Entre la nómina de sus participantes, el 4to. Encuentro de Jóvenes Pianistas trajo a La Habana a la pianista coreana Kyu Yeon Kim, con un atractivo recital dispuesto para la Basílica Menor del Convento de San Francisco de Asís y su interpretación posterior del Concierto en la menor, Opus 15, de Edvard Grieg, en el Teatro Martí.
La discípula del pedagogo cubano Salomón Gadles Mikowsky, quien por estos días realiza su doctorado en la Manhattan School of Music de Nueva York, demostró que hay diversas maneras de ser un virtuoso.
En su primera actuación del 11 de junio presentó un programa con obras de Wolfgang Amadeus Mozart, Franz Schubert, Jean Philippe Rameau y Frédèric Chopin.
Kyu Yeon Kim ofreció una verdadera clase magistral en este sentido, alejada de aquellos lugares comunes, tan habituales, en cuanto a realizar alardes técnicos que deslumbran y que, la mayor parte de las ocasiones, son vacíos y más bien, superficiales.
La pianista coreana es decididamente exquisita y culta. Así se le apreció en todo momento, desde el primer instante de la Sonata No. 4 en mi bemol mayor, de Mozart; hasta el último acorde del Scherzo No. 4, Opus 54, de CHOPIN
Con un sonido delicado, pero firme, obtuvo del piano los sonidos más tenues y etéreos. Hecho que fue apreciado en toda la sensibilidad de la pianista en los Cuatro Impromptus, D. 899, Op. 90, de Schubert.
Ahora bien, el punto cimero del recital de Kyu Yeon Kim fueron las Nouvelles suites de pièces de clavecin, de Rameau.
Esta serie de pequeñas piezas fueron apreciadas como un arco iris de sorpresas y contrastes y, a la vez, resultaron una muestra del sólido concepto interpretativo que posee la pianista en cuanto a conducción del discurso sonoro de toda la obra.
Al día siguiente, se le vio deslumbrante y, a la vez, refinada en la partitura del maestro noruego, acompañada por la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba, teniendo en el podio a la Maestra Daina García.
Mientras, al final de sus actuaciones en ambas jornadas, la intérprete ofreció muestras de su ductilidad; regalándole al público, como encore, interpretaciones del cubano Ignacio Cervantes, el quinto de los Preludios Corales, de Johann Sebastian Bach, según Busoni; y uno de los estudios de Béla Bártok que no dejaron la más mínima duda de su musicalidad.